Marco Linares analiza la calidad del recurso y los efectos en la salud humana

El consumo de agua de purificadoras de la Alcaldía de Iztapalapa de la Ciudad de México aumentó en los últimos años derivado de la deficiente calidad del recurso proveniente de la red hidráulica, sin embargo, la población no dispone de conocimiento suficiente respecto de la condición del producto embotellado en más de 800 establecimientos donde “supuestamente es tratada”.

Marco Linares Rendón, adscrito a la Maestría en Energía y Medio Ambiente de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y quien trabaja en una propuesta de mejora del recurso en la demarcación, informó que la gente compra este bien envasado por ser más económico, pero desconoce sus propiedades y el posible contenido de hierro, arsénico, cromo y de ciertos compuestos recalcitrantes o de difícil biodegradación.

La doctora Judith Cardoso Martínez, investigadora del Departamento de Física y asesora del estudiante, comentó que la UAM ha desarrollado metodologías de oxidación avanzada (OXA) que han eliminado fármacos y aditivos plásticos, por ejemplo, el bisfenol A – un químico común en la fabricación de plásticos de ingeniería: policarbonatos y resinas epoxi para el recubrimiento de latas de alimentos o bebidas, discos compactos y biberones – y ftalatos de alquilo – plastificantes usados en la formulación de Policloruro de Vinilo (PVC) y Polietileno tereftalato (PET) empleados en las industrias de la construcción, automovilística y cosmética– muy tóxicos.

De acuerdo con la experiencia del grupo de investigación es factible la optimización del fluido utilizando un biopolímero durante la clarifloculación, un mecanismo que forma aglomerados llamados flóculos debido a la desestabilización de las partículas suspendidas a tratar cuando hay un compuesto iónico –un procedimiento patentado por la UAM– previo a la aplicación de un método terciario basado en la técnica de electrodesionización y probado contra metales para lograr mayores cualidades.

“Otro aspecto es la cantidad de microplásticos en agua purificada y embotellada, así como la degradación por OXA combinada con técnicas electroquímicas que han sido aprovechadas en las dos últimas décadas en el manejo residual debido a su versatilidad, sustentabilidad medioambiental y alta eficiencia en la disminución de compuestos biorefractorarios, que son contaminantes con poca biodegrabilidad. La electrocoagulación, la electroflotación, la electrooxidación y la electroreducción son tecnologías electroquímicas efectivas para retirar contaminantes”.

La académica de la Unidad Iztapalapa estimó prioritario conocer las características, tanto de la potable como de la purificada, sobre todo en los negocios pequeños que han proliferado en la zona oriente de la Ciudad de México, ya que algunos ni siquiera están registrados ante las autoridades correspondientes. Uno de los propósitos de Linares Rendón es realizar sus evaluaciones en al menos 58 establecimientos de la Alcaldía de Iztapalapa, que es asiento de alrededor de 40 por ciento de los comercios del
tipo en la metrópoli.

En los casos de la embotellada –presentación que proliferó desde los sismos de 1985– el contenido “es muy deficiente, por lo que analizamos los efectos posibles en la salud para proponer tecnologías que permitan el cumplimiento de la NOM-201-SSA1-2015, la cual señala las propiedades que debe poseer el recurso”.

Investigaciones previas en la capital determinaron que un porcentaje prominente de dichos expendios incumple las disposiciones oficiales, lo que repercutiría en males sanitarios en las comunidades; de ahí la trascendencia de conocer las características y hacer sugerencias a través de “diferentes proyectos que desarrollamos para eliminar metales y contaminantes”.

El diagnóstico

El agua potable en Iztapalapa es considerada deficiente por su elevado contenido de hierro, el cual le confiere una coloración rojiza, no obstante, es factible mejorarla mediante un tratamiento terciario basado en la electrodesionización y ya probado en la Casa abierta al tiempo para retirar metales, especificó.

Además del derivado de los metales pesados, otro problema de contaminación está en los compuestos orgánicos que provienen en gran medida de los contenedores, pues se trata de objetos con aditivos orgánicos –ftalatos y bisfenol A– conocidos como disruptores endócrinos causantes de enfermedades.

El Sistema de Aguas de la Ciudad de México debe garantizar a los ciudadanos beber un recurso indispensable para la vida, sólo al abrir la llave, pero en dicha demarcación tiene un color no agradable a la vista; en ciertos lugares lleva sólidos suspendidos y “no hay certeza de qué es lo que estamos bebiendo”, por lo que la gente prefiere pagar a las empresas privadas.

Con este trabajo “queremos evaluar comercios ya identificados, de acuerdo con la norma que fija los parámetros de metales pesados, color, olor, turbiedad y sustancias activas al azul de metileno, por ejemplo, detergentes usados para lavar los garrafones”; la NOM-201-SSA1-2015 marca los valores máximos autorizados para el consumo humano, informó.

También se incorporan aquellas derivadas de procesos de purificación –cloración u ozonación– aunque “principalmente revisamos la presencia de metales pesados –cromo, arsénico, plomo, hierro, selenio, antimonio– y microbiológicos, incluidos coliformes totales y elementos activos al azul de metileno, así como nitratos, nitritos y cloro residual.

Este trabajo ha permitido identificar “un posible radio de influencia de kilómetro y medio por cada establecimiento, a partir del cual hicimos cuadrantes y elegimos 58”, con resultados preliminares que indican la presencia de coliformes en alrededor de 30 por ciento de los sitios, mientras está por determinarse la estadística respecto de metales, nitritos y nutrientes que contribuyen a la proliferación de microalgas.

Otro factor consiste en que los recipientes están elaborados sobre todo de PET y PVC, que durante sus procesos de síntesis emplean sustancias nocivas para el organismo y, en el caso de los garrafones de PVC, el bisfenol A puede ser un disruptor endócrino; en cuanto al PET, los ftalatos también serían disruptores endócrinos e incluso carcinogénicos.

Este esfuerzo no está centrado en los aspectos microbiológico que entrañan los coliformes, sino en el consumo crónico de componentes susceptibles de liberarse con el reúso continuo de los envases o con la exposición de éstos al sol, ya que no son termodinámicamente estables y pueden ser generados por la luz ultravioleta o por lixiviación.

El proyecto comprende la caracterización mediante la norma, la detección de microplásticos –hallados en el producto embotellado recientemente– y la degradación de los mismos, por lo que el propósito final es brindar un panorama general de la situación, “porque no tenemos conocimiento de que se dé seguimiento” a una problemática que desembocaría en una coyuntura de salud grave.

Fuente: Semanario de la UAM | 20•01•2020