“Cuando vayas a México, no tomes agua del grifo que te vas a enfermar”, esa es la recomendación que suele darse a los viajeros extranjeros que vienen al país. Esa idea también ha permeado en los mexicanos, nadie en su “sano juicio” bebería “de la llave”, ¿quién quiere correr el riesgo de enfermarse gravemente?
En mi familia no se toman bebidas azucaradas, no lo hacía normalmente, dejé de hacerlo totalmente cuando comencé a cubrir los temas de salud. “No consumir productos ultraprocesados es una forma de resistencia”, me dijo un entrevistado y yo era una rebelde orgullosa de no comprar refrescos. Hasta que caía en cuenta que daba igual, cada semana compro 60 litros por los cuales pago 6 dólares con 50 centavos, no importa la marca, ese dinero se va a alguna de las grandes empresas que si no venden bebidas chatarra igual venden agua.
Decidida a no pagar decenas de veces más por el agua que consumo, empecé a indagar sobre los filtros que hay en el mercado. Ante la variedad de precios, capacidades y marcas, pedí consejo a un amigo abogado y activista del agua que me dijo que no era necesario uno en la zona en la que vivo. Me contó que él y su hija tiene años de tomar agua del grifo y nunca se han enfermado. Sólo me recomendó tener siempre limpios tanto el tinaco como el aljibe y eso sería suficiente. Realmente me sorprendió. Leer más…